¡Pobre tipo!

Adrenalina, vigor, tensión, emoción, motivación, miedo, temor, pánico, ilusión y desilusión,sensación de vacío, impulsos y brusquedad, euforia, temblores…

Yo me pregunto cómo puede sentir tantas cosas el ser humano en solo segundos… Segundos Fatales, letales. De esos que luego se escucha decir “Hoy tuve un día de mierda, no me jodan” o “La puta madre que vale la pena estar vivo” Segundos en sí, que definen momentos. Momentos. Momentos que en definitiva, resumen la esencia de la vida. Porque no me vengan con boludeces, si al final todos, si ¡Si! ¡TODOS! Se acuerdan y definen una vida en base a esos momentos. ¿Qué? Me van a decir que nunca en un velorio escucharon decir “Pobre, lo que lo toco pasar” o “Bueno por lo menos fue feliz” ¿¡Pero serán idiotas!? Como mierda van a poder decir ¡semejante estupidez! Encima, lo peor, hay gente que escuchas que lo afirma con tal seguridad que me dan ganas de ¡materializarme y recagarlos a trompadas! Como carajo pueden decir cosas así.

Si hubiesen visto a este pobre viejo con cáncer.  Lo feliz que era el viejo mira no te lo podes ni imaginar, claro vos lo veías al viejo pobre que todos lo miraban con lastima, pero el tipo callado. Cabeza gacha, distante ¡Como si ya se hubiese ido el flor de hijo de puta! Pero si vos lo vieras como yo, ah hermano querido, era impresionante como se le aceleraba el corazón y se desesperaba cuando escuchaba que por el pasillo de su casa. Ese pasillo, llenos de plantas de esas ¡putas! que se te pegan a la pared y se te llena de arañas ¡hasta el culo! Que queres, le encantaban al viejo, no no te puedo explicar ¡la cara que ponía! Mira viste que en los velorios a veces ponen una foto tipo cuadro al lado del jonca, mira amigo mío… Si llegaban a poner la foto de esa cara, a ver decime vos… Quien iba a ser tan pelotudo de decir en su velorio, “Pobre, la que le toco pasar” ¿Quién iba a ser el emisor de semejante barbaridad? La cara que ponía viejo. Si tuviera cuerpo en este momento sentiría a lo que los humanos llaman: Piel de gallina. Por que causaba eso, Don Ernesto sentía una emoción, pero que diga emoción ¡Una desesperación! Cuando desde el pasillo se empezaba a escuchar el parloteo de esa porción de vida, de ese pequeño juguetón de 4 años y medio picando un balón contra los azulejos del piso que se conocían desde hace años con los gajos de esa pelota, el ruido que producían era como el de dos grandes amigos “chocando las manos”. Y como no hablar de la dulce voz de esa muñeca… Ah que linda Priscila… su otra nieta de 3 añitos que iba a todos lados con su inseparable amiga una muñeca flaca y estirada de pelo rubio largo y traje de enfermera. Además ese día traía, como todos los días que visitaba a su abuelo, un maletín rosado con una cruz roja en el medio, lleno de elementos de juguetes como jeringas, apósitos, botellitas de fármacos, un estetoscopio y demás objetos de fantasía y cuando llegaban al lado de la cama del Viejo ¡Hay dios! Que felicidad, que felicidad la de ese hombre, que entusiasmo, no había droga mejor que esa ¡revivía el viejo che! No sabes lo que era. Unas ganas de jugar y de dejarse atender por Priscila, que ya se disponía con su asistenta la muñeca y con el estetoscopio puesto a atender a su paciente favorito. Mientras que escuchaba a Agustín que le contaba los goles que había echo en la clase de gimnasia del colegio. Si así como lo escuchas el mismo viejo, que estaba postrado por ese puto cáncer que lo iba consumiendo, ese que no podía ni siquiera tragar la comida del dolor, que le tenias que gritar en el oído para pedirle algo. Parece que hablo de dos personas distintas ¿viste? Cuando aparecía su único hijo, con sus dos pequeños, el viejo se desataba. No había tiempo para prestarle atención al dolor… Menos aun para perderse un bocado de lo que salía de las boquitas de esos pequeños soñadores.

¿Me entendes a lo que me refiero?

El viejo derramaba felicidad por los poros… Porque me tengo que bancar a un pelotudo amigo del hijo, que diga que el hombre sufrió… ¡SI! Sufrió como cualquier mortal… Como sufre un jugador de fútbol cuando erra un gol en un estadio repleto de local, en la final con su rival eterno… ¿acaso ese hombre no sufre? Pobre de ustedes. Yo les aseguro que ese cristiano no pega un ojo en toda la noche… Y ni hablar… ¡ni hablar!… de lo que se diga de ahora en más en los próximos partidos que se juegen en ese mismo estadio, creo que ya apenas lo nombren por el alto parlante o apenas toque la pelota, los insultos y silbidos irán creciendo hasta hacerse insoportables bancárselo. Pero así es la vida de los humanos hoy en día. Errores y Aciertos en solo segundos, que los acompañan por el resto de sus vidas.

A nadie le importa quizás, saber que ese jugador que erro el remate final, el día anterior le toco velar a su viejo. Pobre Don Ernesto, el cáncer lo venció…

Ese jugador que no pudo dormir tratando de darle una explicación a sus dos hijitos de que el abuelo se había ido con Dios… que desde arriba los estaba saludando y cuidando… que le decía a la pequeña Priscila que iba a ser una excelente doctora, y al varón… Que iba a ser un gran jugador como su papá.

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Miguel dice:

    Felicidades muy buena entrada.

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    1. Muchas gracias Miguel, me alegro que te guste. Saludos

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  2. Leonel gonzaleZ dice:

    Muy buen relato hermano!!.el próximo Roberto fontanarrosa?

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  3. jecallejosus dice:

    Buena historia!

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  4. Me alegro que guste!
    Saludos

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