Carta extraviada

Me gustaría saber, si alguien piensa que fracasé en esta historia. Quisiera ver esas caras que afirman que no tenía que pasar, que el destino no lo quería. Ver esas caras me llenaría de satisfacción, aún más de la que ya coseche. Porque hay una pena que yo no cargo muchachos. Que es la de quedarse con ganas de hacer algo, un deseo no cumplido. Eso va calando el alma hasta lo más profundo, crea un vacío o un aire que molesta al resto de la solución. Dejar algo para hacer no es lo mío.

Eso me da satisfacción, porque hoy en día nadie se la juega por nada. Nadie se molesta en romper el esquema de lo convencional. A pocos parece molestarnos la ola que nos traslada en este océano que nos hace sentir presos del temor. Soy demasiado inestable para esa ola, me gusta ir en contra de la marea. Eso ahora que reflexiono seguramente fue de vital importancia esa noche.

¿Qué digo noche? todo comenzó unos días antes, cuando entre mis amigos se rumoreaba que vos estabas preguntando por mí. Y yo a esa altura voy a ser sincero, estaba resignado. Totalmente resignado, había agotado todas mis fichas en vos, y vos nada… “te quiero como amigo” ¡me decías! ¡Esa frase me partía la cabeza, me acuerdo! Pero hubo un giro en la historia y fue la de sembrarte la intriga de que yo estaba con otra mujer. No puedo hablar de un plan, una conspiración. Pero claramente ayudé y fui ayudado a que te enteraras que había conocido a otra chica.

¡Y sí! Que esperabas vos también. Sentí que quizás te molestaba algo, y te empezabas a fijar un poquito en mí. Pero la verdad mucha bola no le di, a esa altura ya ni resignado estaba. Más bien te diría que hasta me empezaba a fijar de verdad en esa linda mujer que había conocido. Vamos a ser francos. La primera vez que vino Coln y me dijo que a vos te había molestado saber que yo empecé una relación, no sé si decir que no le creí, pero no me retumbo en la cabeza como si hubiera pasado unos meses antes. No sé. Seis meses antes, saber que preguntaste por mí hubiera sido motivo suficiente de un insomnio que podría haber llegado a durar una semana.  Pero no ahora, ¡Ah! Dije, pero rápidamente lo descarte. Coln me había interrumpido mientras le contaba mi salida de la noche anterior con esta chica… Lena. Y yo seguí con mi cuento que de hecho es muy entretenido. Pero distinto fue ese viernes, cuando fui a visitar a Coln al local de ropa que atendía en Pocas Luces, y vos no estabas. Solías estar ahí, Junto a Lei, pasando horas y horas. Comenzamos a charlar tramando alguna salida adolescente hacia algún lugar divertido lejos de este barrio. Pero lo cierto fue, que él me volvió a insistir con vos, pero esta vez lo escuché. Me dijo que estaban en el recreo del colegio, y bueno la verdad no me acuerdo ahora… Pero la cuestión es que volviste a ponerte celosa cuando se dijo que yo conocí a una linda mujer. Y es la segunda vez que digo linda mujer, merece recordarse porque realmente era de esas minas que no te la encaras no por miedo, sino porque sabes que en tu puta vida ¡te van a dar bola! Pero no sé qué paso esa noche, capaz fue suerte o no sé qué mierda, pero lo cierto es que eran las cuatro de la mañana y yo estaba apretando en el boliche con una rubia de ojos claros que ni yo lo podía creer y menos mis amigos.

Mira cuento esto y es imposible no recordar y sonreír por la situación que retiene mi memoria, después de terminar la historia lo van a entender, muy gracioso. ¡Las caras! Las caras que pusieron cuando se enteraron que te termine con Lena así de la nada por vos. Mira no te lo puedo describir, me miraban como diciendo ¡sos un idiota pibe! O era común el comentario ¡no, estás loco! Y yo sonreía sabes, si sonreía porque: primero los entendía, era una chica muy linda, seguro que estéticamente mucho más linda que vos. Pero así como los entendía, no compartía su pensar. Si bien siempre tuve un prototipo de mujer “linda”, y Lena lo superaba ampliamente. En ese momento no había una mujer más hermosa que vos. Entonces sonreía, pero con esa sonrisa de honor propio, esa que nadie entiende. De orgullo por elegir con el corazón y no con la cabeza. Porque te repito, que no me arrepiento de nada, puesto que yo gané, me superé. No me siento un perdedor, así se debe sentir el que cree que su lucha fue en vano. A pesar de que la historia fue esquiva, yo me demostré a mí mismo que si te hablaba de corazón, podía lograr llegar a tus labios. Soy consciente de que fue la tarea más ardua de mi vida, más de un año intentando cumplir ese objetivo. Y hoy escribiéndote después de tantas historias vividas me atrevo a decir que fue y será la más larga de mi existencia. Así como dudo también que alguien en tu vida, luche como yo, por un beso de tus labios. Pero bueno me fui por las nubes, retomo.

Retomo en ese viernes de gloria, 30 de Octubre del 2009. El día en el cual  sentí que la constancia se puede transformar en victoria, que la lucha incansable y con un claro objetivo es difícil que no se consiga. Si sos firme en tus convicciones y lo deseas con fuerza la vida te lo va a valorar.

Ese viernes, Coln me convenció. Claro, es que volvió a despertar en mí ese estremecimiento en el pecho, esa sensación de sismo de 7.1 en la escala Richter. Los sentimientos no desaparecen, se les puede echar tierra encima a modo de intentar plantar un nuevo fruto. Pero dura poco, dos sesiones de quince minutos nombrándote y el sentimiento se sacudió la tierra de encima como un perro intentando secarse. Revivió  la llama y volví a sentir ese anhelo, ese deseo de volver a verte. Mis ojos pedían tu sonrisa a gritos. Pero no tenía forma de explicarles que faltaban horas para verte. Y tengo que decir que el saber que preguntaste por mí me doto de seguridad, esa que tantas veces me falto para intentar conquistarte. Siempre fueron intentos baratos y con pobres pretextos. Si me nublaba cuando te veía. Porque si hay un error en el ser humano es cuando este idealiza a otro semejante. Y fue mi mayor error. Aparecías vos y me costaba hasta decir un simple “hola”, me sentía un completo idiota. Te hice medir cuarenta metros, te convertí en mi semidiós. Eras una gigante que venias caminando destartaladamente con esa sonrisa con dientes perfectos. Y ojos brillantes. Me inhibías, no podía ni sostenerte la mirada. Pero no esa noche.

Mientas anochecía, y ya con la certeza de que ibas a ir al boliche y que nos íbamos a ver. Sentía que era mi noche. Que podría llegar a serlo. Te salude y fue extraño, me sorprendí de lo fácil que había sido saludarte, y que no me costaba mantenerte la mirada. Te podía mirar con mi natural cara de idiota y con una insulsa sonrisa. Poco me importo que por dentro, el terremoto me había re ubicado los huesos y sentir que me latía hasta el ojo. Pero estaba convencido de que era toda una sensación mía. Y vos no ibas a notarlo. Fui ahí cuando gane más seguridad, ese monstruo, que yo mismo había creado, estaba reduciendo su tamaño y su fuerza.

Te sentí más cercana, me buscabas más que de costumbre para las bromas, y después caminaste a mi lado. Recuerdo a Coln junto a Lei detrás nuestro. Haciendo ruidos molestos, como para burlarse de vos. Volteaste para regañarles con la mirada. Te vi sin girar el cuello y sonreí para mis adentros. El partido ya se estaba jugando y vos me estabas buscando a mí, los roles se habían invertido.

En el boliche todo comenzó normal. Fue parte de mi plan quizás, o tal vez no. Simplemente me distancie lo suficiente como parecer despreocupado, cada tanto cruzamos miradas. Pero me seguía sintiendo fuerte, me adelanté entre los chicos y chicas, te tome del brazo y comenzamos a bailar. Fue divertido, me dijiste que había mejorado. Nunca había sido fuerte el baile. Pero esa noche parecía que todo me salía. Pero cuando sentí que era el momento propicio, mis pasos empezaron a entorpecerse y volví a tener esa oleada de miedo y pudor. Ya estábamos dando pasos repetidos, cruzamos miradas a veinte centímetros sin hablarnos. Y lo único que se me ocurrió decirte cuando termino la canción, me acuerdo que todavía te sujetaba la mano, fue “después quiero hablar con vos” o “después te quiero decir una cosa” no quiero mentir, pero la memoria de la misma forma que me trae frases y fotos que jamás olvidare, me deja huecos borrosos en la historia. Me miraste seria, como temiendo lo que se venía y hiciste una leve afirmación con la cabeza que capté. Mientras me fui alejando nos seguíamos mirando prudentes y sensatos.

Necesitaba tomar coraje, la oleada de pudor había desaparecido, pero me dejo esa sensación de que si bien podía hablarte y mirarte con más normalidad que de costumbre. Al intentar ir un poco más profundo iba a volver a flaquear, iba a perder mi espada y mi escudo y el monstruo volvería a crecer. No sé cuánto tiempo paso desde ese momento. Pero mientras bailábamos en grupo y ya ni nos mirábamos. Dentro de mí, había una lucha feroz entre lo que creía certero y lo que me parecía una locura, lo ilógico es que hablaban de lo mismo, de vos. Ya no veía una clara victoria, los fantasmas estaban tratando de volver, todo era pánico y desesperación. Pero fue ahí, justo ahí, en el peor momento.

Levante la cabeza, entre los flashes de luces y la multitud te vi, te vi sonriendo. Sentí una oleada positiva de ansias de triunfos, de ganas de ganar. Desde el día que te conocí estuve esperando esa noche, no era el momento de ser un cobarde. Me abrí paso entre los demás que a esa altura, no se distinguían. Eran un montón de caras borrosas que solo decoraban la imagen. Te coloque la mano delante de tu cara para que me veas, por un segundo la observaste y  luego me miraste a la cara. Me dedicaste una sonrisa y comenzamos a bailar, más lento.  Como esperando el momento exacto para disparar, como acomodando la pelota en el punto penal, dispuesto a dar una victoria agónica al equipo, sin posibilidad alguna de un fallo. Es impresionante como vuelvo esto en escrito y siento esa sensación en el pecho nuevamente, es que escrita la historia tiene otro sabor.

Te separe un poco de mí y te observe. Fue notable que a esa altura mis guerreros habían tirado abajo la puerta del castillo que conducía a tu corazón. Si bien estábamos lejos, íbamos por el camino correcto.

Intentaste decirme algo con un movimiento de tu rostro, levantando los hombros, pero te detuve con mis palabras. Mira no sé, no recuerdo la cantidad de cosas que dije, pero sé que te tocaron profundo. Te noté sonrojada y amilanada por mi discurso de hombre enamorado y por primera vez hablando desde el corazón, habían logrado destruir a ese monstruo en el que yo mismo te convertí. Al final me mirabas, y sin ofender te tengo que decir que esta vez, la sonrisa de idiota era la tuya. Me pediste que te diga más cosas lindas. Pero como si supiera que era el momento del golpe ¡te dije que no! Que no tenía más nada que decirte. Te acaricie suavemente el cachete con mi mano izquierda, y te dije que me moría por hacer algo que deseaba desde hace tiempo, ahora si sonreíste con esa hermosas facciones y tome eso como un sí.

Más de un año de deseos para un placer que duro segundo, segundos memorables, segundos heroicos. La pelota patino durante unos instantes en la red estirada que sostenía con toda su fuerza a la triunfante pelota que todavía la rascaba dando vueltas, intentando atravesarla.

¿Qué importa ahora si era mentira que iba a ponerme de novio con Lena? Decime vos ¿Qué tal si vos nunca me celaste cuando hablaban de mi relación? ¿Qué cambia que yo también sienta como vos dijiste después, que no teníamos que estar juntos?

Hay quienes creen en el destino. Están los que tienen dioses. Y estamos los que creemos en nosotros mismos, que podemos modificar las situaciones con nuestras acciones. Intentar ver las cosas de otra forma, es a la larga… Cambiar las formas de las cosas. Esa fuerza es la que yo siento que me hizo llegar a donde llegue. Y adonde nunca me arrepentiré de haber llegado. Ese fue el sabor de mi victoria.

 


 

Pica terminó de leer la carta que había encontrado tirada. Pensó un instante, la volteó y escribo lo que pensaba al respecto:

«El sol radiante, demuestra que la noche precede un nuevo amanecer. La herida sangrante, antesala a la cicatriz de la experiencia. Los ojos cerrados, ilusionan con una profunda mirada esperanzadora. Y así se va la razón buscando el mañana. Porque necesita del tiempo para comprender de qué manera la acción de hoy repercute en el futuro, nuestro futuro. De un futuro distinto, desleal e incoherente con respecto a la razón de ayer. La versatilidad de pensamientos nos mantiene vigente. Todos cambiamos y quien no lo hace, deja su razón en el cajón de los recuerdos. Razonamiento permeable, nunca dejes de pensar que pensar es una tarea distinta, propia de nuestra especie. Pero distinto no nos hace el pensamiento si no la actuación ejecutada por este. Si traicionas tu pensamiento interior no podes reclamarle nada al mundo. Ni tildarlo de injusto, corrupto y de todo lo que es.

Fracaso, fracaso, fracaso… amigo leal y duradero, que sería de la  vida sin vos, sin vos querido amigo, mis pies no podrían siquiera sostener mi cuerpo. Sin usted, señor de personalidad firme e inquebrantable, mi tozudez no tendría respiro. Mi conciencia ilusa se creería cualquier historia. Mi personalidad frágil se aferraría a victorias de cartón, victorias sin dolores, semi victorias.

Espasmos de felicidad asoman en sonrisas que sin disimulo hablan por sí solas y cuentan que son artificiales. Pero, ¿Causa acaso más daño una sonrisa puesta con pinzas a la fuerza, que un constante dejo de malestar interior visible para quien nos observe?

Las teorías espirituales nos narran historias de cambios que siempre se hacen de adentro hacia afuera. Y eso es difícil, ideal también seguramente. Pero sin dramatizar, un cambio es un cambio. Y si es de afuera o de adentro, arriba o abajo… Enfocarse en la dirección en que se va, hace que se desenfoque lo vital. Si una sonrisa ajena nos puede modificar toda la estructura interna, siendo un cuerpo ajeno, sin haber existido algún contacto entre ambos. Entonces nuestra propia sonrisa también puede hacerlo.

La Sinceridad, la humildad, la responsabilidad, y la voluntad. Son virtudes valiosas, valiosas para uno mismo. Hay que ser sincero con nuestras convicciones, humilde con nuestras armas nobles, responsables con las expectativas que creamos de nosotros y voluntarioso ante los obstáculos que nos quieren desalentar.     

Las verdaderas victorias tienen sabores raros, es una mezcla que carga todos los traspiés de las batallas perdidas.»

 

La dobló como la había encontrado, y la volvió a colocar debajo de aquel cesto de residuos de la plaza de Pocas Luces. Su falta de cordura, su mala memoria y su torpeza no lo hicieron notar, que esa carta la había perdido él. Pero la leyó como si el que la hubiera escrito hablara de Sala.

Quizás la vuelva a encontrar dentro de algunos años y deje otra huella sobre el mismo papel.

 

11 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Mauricio Psy dice:

    Ay Pica… Hermoso relato, a pesar del final que se vislumbra por el hecho de donde se encontró la carta.

    Como siempre, un placer pasar por acá y por pocas luces.

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    1. Gracias Mauricio! Siempre bienvenido en estos pagos 🙂
      Saludos

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  2. Un gusto leerte, como siempre.
    Me encanta la historia.

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    1. Muchas gracias!
      Me alegro que guste y mas que pasen y se tomen un tiempo.
      Saludos

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  3. Paaaaaah, hasta que apareció esa fecha del año 2009, parecía que era un confesionario reciente salado. Qué bien logrado que está.

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  4. Sofia Assali dice:

    Lo empecé a leer el día que me comentaste una de mis entradas, y recordé que había dejado la compu porque me llamaron. Retomé recién. Es muy lindo, posta. Beso grande!

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    1. Muchas gracias Sofi!
      Besos

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  5. Poli Impelli dice:

    Iba sonriendo al leerte (conozco a alguien igual, pero que prefirió dejar al monstruo como estaba, y aquí me tienes…). Excelente final al tema entero. Buenísimo, Fabián.

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    1. Hola Poli!
      No me quedó claro si fuiste el mounstro o quien decidió no hacerlo más pequeño… Quizás ambas, todos somos el mounstro de alguien y todos sufrimos un mounstro supongo.
      Un abrazo grande

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      1. Poli Impelli dice:

        ¿Yo? El monstruo, el monstruo inmenso que sigo siendo cada vez que me cruza o me mira. Aleluya por tu relato cuando se rompen esos esquemas. Amo la valentía.
        Gracias, Fabián. Beso grande de vuelta.

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